miércoles, 30 de mayo de 2012

SE VENDÍA BOLINDRES EN LA TIENDA CHICAS CASTUERA, PERO YA NO./ Carl Fabergé/ OTRO SEISMO EN EL CORAZÓN DE ITALIA

TÍTULO: SE VENDÍA BOLINDRES EN LA TIENDA CHICAS CASTUERA, PERO YA NO.

Los juegos infantiles de mi niñez, me refiero a los juegos de tradición, son aquellos que desde muchísimos años atrás, seguían perdurando de generación en generación, siendo transmitidos de forma oral de abuelos a padres y de padres a hijos, a veces sufriendo algunos cambios; pero transmitiendo su esencia que permanece. No existía ningún manual para su ejecución  ni en la forma de jugar, ni la jerga utilizada, porque en cada zona de España se empleada un vocabulario distinto. Es curioso que estos juegos  aparezcan y desaparecen en determinadas épocas del año, por periodos indeterminados que no se pueden explicar y  sin tener en cuenta la estación del año. Lo cierto que cuando los niños empezábamos a jugar al trompo, decíamos: «Ha llegado el tiempo del trompo», ¡hale y todo los niños a jugar al trompo!
AQUELLOS JUEGOS.
En los años cincuenta del siglo pasado, los niños nos entreteníamos aparte del fútbol,  con el juego del trompo, mocho y la billarda, juego de la palmá,  salto en búa, máquina cincel, salto de la pared, bolindres, cilin sin cerra, nicle nacle y colate, pelota al ruedo, etc. Había juegos para niños, niñas y mixtos; por describir algunos me referiré en este trabajo al juego del bolindre.
El juego del bolindre, boliche, boli o canicas, probablemente sea uno de  los juegos de niños más antiguos que  se conocen,  según algunos estudios  su origen es de postneolítico; se han encontrado canicas en tumbas infantiles en la zona del río Nilo y han  aparecido  bolitas de barro del tiempo de las cavernas.
Existía en cada lugar un vocabulario al efecto, que se empleaba cuando se jugaba; en cada sitio se  regía por  normas distintas,  incluso para la misma modalidad,  yo me limitaré sin más, a hacerlo como entonces jugábamos los muchachos en  El Puerto.

Bolis de barro ‘cacho’ y ‘cuatro cachos’. /Foto: Manuel Cabello y Esperanza Izquierdo.
LOS BOLIS.
Lo bolis, como aquí se denominaban, eran bolitas de barro cocido, que se solían comprar en los refinos, mercerías y algún almacén de ultramarinos. Recuerdo los que vendían en casa de la Chana, el refino de Miseria, el almacén del Cañón, o el refino de Pérez Grant. Existían también  bolas de cristal, que eran los tapones de gaseosa y bolas de acero que eran poco utilizadas por lo pesadas. Los más sibaritas, se hacían a su medida  el bolindre que utilizaban para jugar, para ello iban a la fábrica de ladrillos de los hermanos Lorenzo y Manuel Cauqui Badallo –esta fábrica de ladrillos toscos, estaba situada en lo que fue el almacén de hierros de Almacenes Osca, frente de la finca “El Caracol”–  y pedían un pedacito de barro que convenientemente trabajado le daban el diámetro y la redondez necesaria a su maña, después se secaba al sol y luego se cocía al horno Existían dos tamaños de bolindres, los bolis y bolas. Las bolas equivalían a cuatro bolis pequeños; los bolis pequeños con el tiempo dejaron de fabricarse y quedaron solamente las bolas.
El bolindre pequeño o boli, equivalía en el argot del jugador a un cacho y la bola a cuatro cachos, casi siempre se empezaba jugando a dos cachos,  es decir a dos bolindres pequeños o la mitad de una bola.
Maña más usual para jugar al bolindre, utilizada en El Puerto
LA MAÑA.
‘La maña’, era la forma que cada jugador empleaba en lanzar el bolindre, se utilizaba de la forma siguiente, salvo excepciones, el jugador con la mano que le servía de soporte, medía una cuarta desde el dedo pulgar al meñique,  una vez medida la cuarta se levanta la mano quedando la palma de la misma perpendicular al suelo, después aguantaba el bolindre con el dedo índice, anular y corazón de la otra mano, ayudándose también con el dedo índice de la mano que sirve de soporte, de esta forma ‘la maña’ quedaba compuesta y se lanzaba el boli al objetivo que podía ser el hoyo o el bolindre contrario.
EL HOYO.
Había tres modalidades de juegos: el hoyo, el crimen y  a perseguir o el cate. El hoyo era el más popular y se jugaba casi siempre en los espacios que quedaban libres entre los chinos que empedraban las calles, buscando siempre hacer el hoyo pegado al bordillo de las aceras; el hoyo se procuraba que entrase el puño de una mano.  Cuando un jugador conseguía colar su bolindre en el hoyo con facilidad, se decía que ese hoyo lo tenía al zope.
La calle Zarza, en 1969, con aceras de losas de Tarifa y calzadas de chinos, lugares ideales para jugar al hoyo. / Foto: C.P.O.
En la modalidad del hoyo en las calles empedradas, intervenían dos jugadores que previamente  y de común acuerdo uno ‘plantaba’ su boli a una distancia del hoyo de dos metros aproximadamente; el siguiente jugador apuntaba desde el hoyo con su maña y lanzaba su boli contra  el boli del primer jugador,  si acertaba  y le daba desde donde quedaba, lanzaba su bolindre al hoyo, si entraba en el mismo la jugada quedaba consumada y el ganador en este caso ganaba la cantidad de bolindres en juego. En el caso que el jugador que  retornara al hoyo no acertare y su bolindre quedaba fuera del hoyo, el otro jugador, podía retornar al hoyo  y desde allí tirar al bolindre el jugador que había quedado cerca  del hoyo y retornar nuevamente  a éste, ganando la jugada.
En el caso de más de dos jugadores, por ejemplo de los jugadores A, B y C, el jugador A plantaba su bolindre a una distancia de dos metros aproximadamente, a continuación lanzaba el jugador B contra el A y si le acertaba retornaba al hoyo, si entraba el bolindre del jugador B en el hoyo, el jugador B ganaba y el jugador A tenía que pagar, en el caso de que el jugador B fallase y su bolindre no entraba en el hoyo, la ventaja era para el jugador C que les estaba esperando y podía darle al bolindre del jugador B y retornar al hoyo, entonces tendría que pagar el jugador B al C.

Maña utilizada para el juego del bolindre, utilizada en El Puerto con cierta frecuencia
Bien, pero volvamos al inicio del juego, imaginemos que el jugador A, esta plantado y el jugador B le tira con su bolindre y falla, el jugador C, tiene la posibilidad de lanzar su bolindre  a cualquiera de los dos jugadores A ó B, si acierta a uno de ellos tiene la oportunidad que desde donde queda su bolindre tirarle al otro, si logra darle, se dice que ha hecho repiquete, y desde allí retornar al hoyo y si acierta a meterlo en el mismo, la jugada  termina en este instante debiendo pagar los dos al ganador, en este caso el ganador sería el jugador C.
EL CRIMEN.
La modalidad del crimen, consiste  en una linea de salida y a una distancia de tres metros más o menos,  un triángulo equilátero –-en otros lugares en vez de un triángulo se utilizaba un circulo–  de aproximadamente de treinta o treinta cinco centímetros de lado en el cual, cada jugador ponía la misma cantidad de bolindres.

TÍTULO: Carl Fabergé:

Carl Fabergé (30 de mayo de 184624 de septiembre de 1920), fue un joyero ruso. Es considerado uno de los orfebres más destacado del mundo, que realizó 69 huevos de pascua entre los años 1885 a 1917, 61 de ellos se conservan.[1]
 
En 1870 pasa a ser el responsable de la empresa familiar de joyería en San Petersburgo. Con una excelente reputación como diseñador, trabaja con piedras preciosas, semipreciosas y metales, y realiza diseños de diferentes estilos como ruso antiguo, griego, renacentista, barroco, Art Nouveau, naturalista y caricaturesco.
Sus obras fueron expuestas en la Exposición Panrusa de Moscú de 1882 y recibieron la medalla de oro. Recibió el nombramiento de orfebre y joyero de la Corte Imperial Rusa y de otras muchas monarquías europeas. Fabricó joyas con forma de Huevos de Pascua de oro y esmalte, animales en miniatura, cálices, bomboneras y otros objetos.
Para la Pascua de 1883, el zar Alejandro III le encargó al orfebre Peter Carl Fabergé la construcción de un huevo para regalarle a su mujer, la zarina María. El regalo consistió en un huevo con cáscara de platino que contenía dentro uno más pequeño de oro. Al abrirse este último, se encontraba una gallina de oro en miniatura que tenía sobre su cabeza una réplica de la corona imperial rusa. Este particular Huevo de Pascua le gustó tanto a la emperatriz que el zar le ordenó a Fabergé que realizara uno nuevo para cada Pascua.
Once fueron en total los huevos que Alejandro III le regaló a su mujer. Luego, su hijo Nicolás II continuó con esta tradición y mandó realizar otros para regalarle a su mujer y a su madre. Los 57 huevos que confeccionó la casa Fabergé tenían en su interior algún obsequio, réplica en miniatura de una de las pertenencias de los zares.
La Revolución rusa acabó con la firma.
Desde la Segunda Guerra Mundial han salido a subasta seis de estas obras de arte. En noviembre de 1994 el Winter Egg (creado en 1913, y que se creía perdido hasta 1984) alcanzó el récord de 5.600.000 dólares.
Recientemente (28 de noviembre de 2007) un huevo fabricado por Fabergé para la familia de banqueros Rothschild, alcanzó en subasta el precio récord de 18 millones de dólares.Obra de Carl Fabergé-foto.

TÍTULO: OTRO SEISMO EN EL CORAZÓN DE ITALIA.

Los sismólogos lo habían advertido, pero nadie quería imaginar que la pesadilla del pasado 20 de mayo con siete muertos se iba a repetir con otro terremoto aún peor. La misma región del nordeste, Emilia, con capital en Bolonia, que desde entonces ha convivido con 70 réplicas de baja intensidad, sufrió ayer otra sacudida de 5,8 grados en la escala Richter a las nueve de la mañana, seguida de varias más. Los expertos no tenían claro ayer si es una continuación del primer terremoto o una nueva falla que se ha abierto. Anoche el balance era de 16 muertos, un desaparecido, más de 350 heridos y 8.000 personas desalojadas, que unidas a las 6.000 que ya vivían en tiendas y pabellones desde el anterior temblor suman 14.000 evacuados. Una mujer fue rescatada de los escombros doce horas después del derrumbe. Y no se descartan nuevos seísmos.
El epicentro fue en Módena y la destrucción se extendió por una línea de 50 kilómetros, que también se hizo sentir en Milán, Turín y Florencia y ahondó el trauma del anterior golpe. Resquebrajó el corazón de esta región, una de las más apacibles, hermosas y que concentran la esencia de la dulce vida de provincias en Italia, un encanto violentamente ultrajado. Un paisaje de campanarios y castillos que ayer se caían, una interminable llanura de aldeas donde reina la gastronomía y la simpatía de la gente. Pero también un rincón de prosperidad, genialidad y trabajo, donde ayer cerraron, por ejemplo, las fábricas de Ferrari, Ducati y Maserati. También se suspendió el partido amistoso de fútbol de Italia contra Luxemburgo que debía jugarse en Parma.
El nuevo temor que se abre paso es que esta región hasta ahora tan tranquila, aunque se recuerde el terremoto de 1570 y otro en 1987, deba entrar en los mapas sísmicos como zona de alto riesgo. La plácida llanura del Po, entre los Apeninos y los Alpes, se libraba de esta condición, pero está claro que ya no es así. El Centro Nacional de Investigación (CNR) reconoció ayer que esto no ocurría en Emilia desde hace cinco siglos: «La península italiana se está reorganizando desde el punto de vista geológico», explicó el geofísico Giovanni Gregori. «Hay que actualizar los mapas y tenemos que revisar las precauciones de riesgo, porque evidentemente estaban calibradas para uno distinto del que se está verificando», admitió el ministro de Medio Ambiente, Corrado Clini.
Urbanismo a debate
Las polémicas que surgen en Italia en cada terremoto ayer se redoblaron. En muchas empresas de la zona se registraron la mayoría de los muertos, al derrumbarse naves industriales, como hace nueve días. En la comarca de Mirandola, una de las más afectadas, se vino abajo el 80% de las instalaciones, el primer parque europeo biomédico, pero que combina esta excelencia con una discutible solidez urbanística. La mayoría de los edificios italianos no cumple los requisitos mínimos. Los sindicatos ayer ya no se callaron, porque muchas de esas muertes quizá se podían haber evitado. «Lo ocurrido hace pensar que las estructuras no se aseguraron de forma correcta antes de dejar volver a las personas a trabajar», atacó Susanna Camusso, líder del primer sindicato, CGIL.
La propia ministra de Trabajo, Elsa Fornero, se quejó de que, siendo los terremotos naturales, «no es natural que se derrumben edificios cada vez que la tierra se mueve, en otros países no sucede». También se debate ahora sobre la política de prevención de Protección Civil, que en los últimos días había comunicado a los vecinos de las zonas más afectadas que podían comenzar a volver a sus casas. El presidente de la República, Giorgio Napolitano, intervino para pedir que se verifique si algo se ha hecho mal.
En una escena ya vista muchas veces en el pasado, el profesor de Sismología de Bolonia, Enzo Boschi, también denunció que en Italia «no hay prevención ni manutención, no hay una verdadera cultura ni una política para afrontar estos problemas». Las primeras normas antisísmicas son de los setenta y su versión definitiva es del 2009. Otro aspecto que se hace notar, dentro de la tragedia, es la crisis económica, que en esta situación se sufre aún más. El primer ministro, Mario Monti, tuvo que aguantar que le pitaran la semana pasada en su visita a la zona, y ayer corrió como la pólvora por Internet la propuesta de anular los fastos y el desfile militar de la fiesta de la República, el próximo 2 de junio, para dedicar el dinero a los damnificados. Napolitano replicó por la tarde que será una celebración «sobria», pero que se llevará a cabo «porque la República debe confirmar su vitalidad, fuerza democrática y serenidad ante los desafíos». Tal vez se esté fraguando otro frente de descontento de los ciudadanos ante la política tradicional.

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